George Walker: Lyric for Strings



Este trabajo es una pequeña introducción a la vida y obra del compositor afro-americano George Theophilus Walker. Desarrollado durante el curso 2018/2019. Y gira en torno a su obra más popular: LYric for Strings. 


1. Introducción
Subrayar la vida de George Walker dentro de la composición contemporánea es justo y acertado. Representa a los compositores que se vuelven esenciales según pasa el tiempo por ellos. Pues sin transformar las reglas de su época logra su propia voz a través de un lenguaje sofisticado, tenaz y sobretodo personal. Sus raíces afroamericanas no supusieron un punto de partida ni de inflexión para su obra. Tampoco dejó de reclamar la igualdad entre razas en su carrera. Fue un hombre sensible pero de mente analítica. Trabajador incansable hasta el final, su legado es muestra de ello.
Debemos subrayar que hoy en día todavía no está catalogada toda la obra de G. Walker pues su fallecimiento ha sido a finales del pasado año y aunque la Sociedad Americana de Compositores le está dedicando distintos homenajes y la comunidad internacional empiezan a fijarse en él como un referente en la actualidad musical, no poseemos documentación de un estudio amplio sobre su catálogo y su vida. La recopilación de información que se detalla a continuación es la unión de distintos reportajes, entrevistas hechas al propio autor. Que aunque nunca reseña su vida ni sus logros sí hace aportaciones sobre su trabajo y su conceptualidad. Son fuentes primarias que dilucidan mejor a la comprensión. Y al desarrollarse en la época tecnológica más importante de la humanidad, nos deja muchos testimonios del este compositor desde su principios hasta nuestros días.



1.1 Contexto histórico
Comprender un poco el contexto en el que se movió el compositor puede ayudarnos a situarnos mejor en su desarrollo artístico.
En la historia de la composición, de ascendencia africana, que abarca ya los cinco siglos, los primeros creadores estuvieron influidos por su entorno inmediato. Por ejemplo los que escribieron para las iglesias en el México colonial fueron influenciados por el español. Pero cuando los compositores afroamericanos no componían para las liturgias afloraban las características étnicas. No fue hasta el siglo XIX que en Estados Unidos los compositores comenzaron a afirmar un legado cultural. Al transformar los espirituales en canciones artísticas y con el surgimiento del teatro musical negro, los compositores existentes se rindieron a la llamada de Dvorak para desarrollar una música claramente estadounidense. Nacerían entonces grandes músicos como William Grant Still, Duke Ellingon o Florence Price entre otros.
Hasta la llegada de la ley de Segregación Escolar por parte de la Corte Suprema de Estados Unido en 1954, los compositores o estudiantes de color tenían que ir a Centros especializados para ellos. Afortunadamente ya casi una década ante algunas universidades habían empezado aceptar estudiantes de cualquier raza en Nueva Inglaterra, Oberlin o en el “Curtis Institute”. Esta nueva generación de compositores recibieron una mayor influencia de los músicos europeos de vanguardia. Dejando de lado los distintos lenguajes, el jazz, el blues o el soul. Y sólo tomándolos prestados en ocasiones eventuales. Esta nueva vanguardia americana en realidad se inclinó más hacia una especie de nuevo neoclasicismo, más universal y objetivo, que regional o étnico. Desde esta perspectiva se ejemplifica mejor la música de George Walker.


2. Orígenes de George Walker
A principio del siglo, en 1922, nació George Theophilus Walker. El mundo vivía los “Locos años 20”, en los que el baile, el jazz y las fiestas eran la proclaman de la sociedad burguesa americana. Tanto en las grandes ciudades como en la capital de Washington D.C, donde nace Walker en el seno de una familia de color. Su padre había llegado años antes a la ciudad. Vivieron toda su vida en una zona de personas de color, que les suponía una mayor seguridad ante cualquier ataque de los grupos racistas aún existentes. Aunque el “Crack del 29” supondría una época de inestabilidad para todo el país hasta mediados de los años cuarenta, la posición de su familia mantendría una cierta estabilidad gracias al trabajo de su padre. Los estudios en música del joven G. Walker y su talento le librarían de tener que alistarse para la “Segunda guerra Mundial”. Un hecho que podría haber supuesto el fin de una carrera prometedora.
Su padre fue médico, emigrado de Jamaica. Ser un hombre negro con estudios en aquel momento los situaba en una posición más cómoda para su familia. Mantenía una consulta en la parte baja de la casa. Su madre aunque decidió dedicarse a cuidar a sus hijos, fue la que inició ,con cinco años, a G. Walker en el mundo de la música junto a su hermana pequeña Frances Walker-Slocum, enseñándole a tocar el piano. También su hermana haría una carrera musical con el piano y terminaría siendo profesora del Conservatorio de Oberlin. Su madre venía de una familia acomodada de la ciudad. La figura de su abuela fue importante, pues inspiró la primera obra que le llevaría al reconocimiento en la composición “Lyric for Strings” y además ella fue, según el propio G.Walker, quien más le dio confianza para seguir su camino como compositor. Todos vivían juntos en la misma casa. Y aunque el ambiente musical no era continuo, gracias al contacto del padre con mucha gente, músicos y artistas también, y un interés continuo del repertorio para piano por parte de la madre, ayudó al pequeño G.Walker a ir visualizando su gusto por la música.
Por otro lado nunca estuvo presionado para cambiar de carrera, siempre fue como algo natural para los padres el camino que empezó a trazar dentro de la música. Sólo hubo una época en la que el padre le propuso hacer medicina si él lo deseaba. Pero el talento pianístico hizo que mantuviera sus metas.


3. Evolución musical.
G. Walker siempre se definió como pianista más que como compositor hasta mediados de su carrera cuando llegaran los primeros encargos orquestales. Pues hizo todo lo posiblemente necesario para poder llegar a ser un gran pianista solista.
Después de empezar con su madre continuó con Lillian Michel Allen que fue una de las mujeres graduadas en “Estudios de la Música” por aquel entonces. Se mantuvo con ella hasta los catorce años de edad hasta dar su primer recital para la Universidad de Howard en Washington. Ese mismo año fue admitido en el Oberlin College y dentro de su conservatorio, obteniendo tres años después su primer trabajo como organista del departamento de Teología. Al año siguiente, en 1940 con dieciocho años, se graduaría con honores y sería aceptado en el Curtis Institute de Filadelfia.
Su formación pianística pasó a estar en manos del mismísimo Rudolf Serkin y tendría entre otros profesores músicos como William Primrose o Gregory Piatigorsky. Fue en
este momento en el que entra a la clase de contrapunto de Rosario Scalero presentándole sus dos primeras composiciones para piano “Answer” y “Capricho”. Scalero había sido profesor de Samuel Barber y gozaba de un gran reconocimiento musical dentro del mundo de la composición. En 1941 obtuvo su diploma en Curtis de piano y composición. Continuaría estudiando con Scalero hasta 1945 pero volvería a Oberlin para obtener una “maestría” por consejo de su madre. Durante estos años desarrollaría una vida como solista de piano tocando con orquestas, incluso haciendo gira por Europa. Compondría su primer cuarteto de cuerdas, naciendo poco después “Lyric for strings”, obra para orquesta de cuerda que al ser reproducida en la radio cogería una gran fama y todavía hoy se mantiene como la obra más tocada de G. Walker. En 1956 obtendría el doctorado de la Eastman School y obtuvo una beca Fulbright para estudiar con Nadia Boulanger, y una beca en 1957 para volver con ella a la Escuela Americana en el Castillo de Fontainbleau, en París. Su música empieza a dejar el neoclasicismo para probar el cromatismo, atonalidad y el serialismo. Nacería “Spatials” para piano, su concierto para Trombon, su segundo cuarteto de cuerda, sonata para violonchelo etc.
G. Walker nunca abandonaría las formas clásicas. La forma sonata, lied o concierto suelen ser comunes en sus obras. Y desarrolló genéricamente un gusto por la tonalidad diatónica hasta sus últimos años. Nunca tuvo un especial interés en las formas tradicionales del blues, gospel o jazz. Tal vez fue utilizado, de forma anecdótica, en algunas de sus obras pero la creación de una música representativa del compositor afroamericano no era su meta. Es más, podríamos decir que G.Walker intentó conquistar todas las formas creadas para igualar la balanza de la historia de la música y que los géneros como la sinfonía, la sonata o rapsodia no estuvieran lejos de la cultura afroamericana si no que fueran tan dominados como los géneros propios de sus orígenes.




4. Logros profesionales
La juventud de G. Walker se desarrolla en una época convulsa en la que la integración racial era muy importante para el colectivo afroamericano. También le dio la oportunidad de abrir caminos que hasta entonces eran inusuales para la época. Esto llevó al pianista y compositor a ser el primer hombre de color en dar un concierto en el Ayuntamiento de New York (1945) y graduarse en Custis Institute (imagen 1). El primero en tocar como solista con la Filarmónica de Philadelphia y hacer una gira por Europa con esta. Sería el primero también en recibir un doctorado en Eastman School (1956). Al graduarse de Eastman, ganó un Fulbright y una beca del Fondo John Hay Whitney el siguiente año. Una beca de la Fundación Bok apoyó su gira de conciertos por Europa en 1963. Recibió el Premio de Música de Cámara Rhea A. Soslund en 1967. Ganó un premio Guggenheim en 1969 y residió en la Colonia MacDowell en los veranos de 1966 a 1969. Los subsidios del National Endowment for the Arts en 1972 y 1974, con un premio de la Fundación Hans Kindler en 1975. Y tal vez el reconocimiento que más lo ha hecho transcender en la historia de la música, fue el primer compositor afroamericano en recibir un premio Pulitzer de las artes por su trabajo discográfico “Lilacs” escrito con los textos de Paul Whiteman (1996). Un año
más tarde la ciudad de Washington declararía el 17 de junio como el día de George Walker algo totalmente novedoso.
Como profesor desarrolló una carrera bastante activa dentro de la composición y el piano. Su carrera docente incluyó la Universidad Dillard, la Escuela de Música Dalcroze, la Nueva Escuela de Investigación Social, el Colegio Smith y la Universidad de Colorado-Boulder. Posteriormente enseñó en el Peabody Conservatorio de Música, la universidad de Delaware y en 1969 se unió a la facultad de la Universidad Rutgers- Newark, donde fue presidente del departamento. En 1992 decidió retirarse de la enseñanza y continuar simplemente componiendo.


5. Lyric for strings (Lament)
Dentro del gran catálogo de obras clásicas escritas por G. Walker hay muchas páginas significativas que son referentes dentro de su propio estilo y reconocidas a nivel internacional. Por ejemplo hablamos de su Concierto para violonchelo, su Concierto para trombón, su sonata No2 para piano, su sinfonía No3 o Lilacs que le otorgó el Pulitzer. Pero realmente hay una obra que trasciende más allá por el significado que tiene dentro de la carrera del compositor y que sigue siendo la más interpretadas en su catálogo. Estamos hablando de Lyric for Strings (1941).
Esta pieza para orquesta de cuerda exclusivamente, tiene la particularidad que nace a partir de otra obra: su cuarteto de Cuerda No1. Su segundo movimiento fue dedicado a la figura de su abuela como mujer clave en la estabilidad de la familia y en su infancia. Fue el cuarteto una de las piezas que mostró a Scalero, casi de forma de ejercicio del clase para finalizar su aprendizaje en contrapunto con el afamado profesor junto con la sonata para violin. Recordemos que Scalero fue profesor de Samuel Barber, quien había ganado el premio Roma en 1935 y 1937, que además se encontraba en Curtis durante 1939 y 1942 dando clases de composición y tal vez de ahí la similitudes. El famosoAdagio de Barber nace también de su cuarteto de cuerda no1 (1936) y es también su segundo movimiento. Tal como sucede en Lyric for Strings, que también es un movimiento adagio, el propio G. Walker se dio cuenta de esta similitud y le hizo cambiar el nombre nuevamente. Pues la primera representación del segundo movimiento como pieza individual, se hizo bajo el nombre de “Lament” con una orquesta de la radio, dirigida por un compañero de Curtis, el compositor y director de orquesta: Seymour Lipkin. Que tras haber entrado en el Instituto se ponen de acuerdo para representar alguna pieza musical en directo. Simplemente tuvieron que añadir el papel de contrabajo a petición de Lipkin. Pero resultó ser que Howard Hanson, otro compositor estadounidense, había compuesto su “Lament for Beowulf” (1923) para orquesta de cuerda. De hecho tal y como el propio compositor cuenta en sus entrevistas, en la segunda representación de esta obra en la Galeria de Arte Mellon, la programaron como “Adagio”. Es por todo esto que decide terminar poniéndole el nombre de Lyric. Aquella representación de la obra en la radio forjaría el nombre de G. Walker y las representaciones de Lyric for Strings ya no cesarían. 

Video de Lyric for strings

Otra de las similitudes de esta obra con el lenguaje de Scalero-Barber es que guarda el estilo post-romántico de principio de siglos. Con una utilización de los timbres, dentro del registro agudo y grabe de los instrumentos exquisito. Un desarrollo de las armonías complejas que supone una mirada al estilo neoclásico. Puede casi compararse, dentro de
la comprensión sonora y la utilización de los instrumentos de cuerda, con un último Mahler (9a sinfonía), un primer Schöenberg (Noche transfigurada) o un maduro Sibelius (7a sinfonía). Y dilucida el porqué el compositor a la postre buscaría un lenguaje más personal.
Lyric es una pieza orgánica. Está en continuo desarrollo temático. Sin forma estable clásica, algo que no se volvería a repetir en su carrera, para desarrollar el tema que presenta los violin y que se irá pasando a través de la orquesta. Desarrollando incluso el canon al final del desarrollo central. Señalando de esta manera la enseñanza de su profesor que hacía hincapié en el control de las estructuras estables que se afianzaron en la historia de música. Podríamos decir que el compositor subdivide la pieza para cambiar la atmósfera desde un ambiente nostálgico que camina hacia al dramatismo, concluyendo en la melancolía para cambiar en una modulación hacia la esperanza y una larga coda a forma de despedida. La dualidad tonal fa sostenido mayor y fa sostenido menor es una constante hasta que desarrolla su parte más dramática sobre do menor, que va elevar el estado emocionar a un ambiente totalmente nuevo modulando al relativo mayor, mi bemol mayor. Este juego mayor-menor nos puede parecer correcto dentro del estilo competitivo que busca el compositor y aunque no hace ninguna alusión a los espirituales negros, podemos decir que es algo muy latente dentro de ese estilo de música y puede que guarde relación. A la vista está que G. Walker no intenta emular ningún estilo de composición afro-americano de su momento histórico o anterior. Simplemente intenta desarrollar su propia forma voz aunque en este momento estuviera muy influido por los sonidos europeos de Scalero.
Lyric for Strings se ha convertido en la obra más famosa del compositor siendo una obra de juventud. Si la comparamos con Lilacs for Voice (1996) el cambio conceptual es total. Mientras Lyric mantiene la tonalidad como piedra angular, en Lilacs es la atonalidad quien da coloratura la obra. Desaparece la idea de tema y los timbres o sonidos de los instrumentos forman parte de la narrativa descriptiva. Algo totalmente opuesto a la idea de componer en 1941 de G. Walker. Pero es cierto que Lilacs es más fiel a un concepto de voz propia del compositor. Qué fue desarrollando con los años hasta llegar a su plena madurez. Por lo que podríamos afirmar que Lyric es una obra de un periodo de aprendizaje y experimentación muy corto dentro de su carrera en Curtis. 




6. Conclusión

Desarrollar un trabajo sobre George Walker a supuesto una inmersión en la cultura musical afro americana desde su inicios en el siglo XVIII. Cultura que ha influido drásticamente en la música popular del siglo XX debido a la fusión de culturas musicales con el continente africano. Tal vez sea la influencia más trascendental de este siglo dentro del mundo occidental pero debemos excluir a G. Walker de esta influencia. Escuchar su música desde su inicio hasta el final de sus días nos lleva a comprender su preocupación por abordar la expresión y la narración musical lejos de los clichés de música afro-americana. Hemos descubierto un compositor con voz propia. Que analizando sus inicios y trayectoria nos damos cuenta que tuvo que luchar contra la segregación racial, contra las ideas de su época e ir conquistando horizontes muy lejanos para un hombre de color. Esa disposición de lucha y resistencia que desarrolla en su juventud, en la época más convulsa de los Estados Unidos, es tal vez el detonante para querer alcanzar una de las metas más altas: la del primer compositor afro- americano que compone como los grandes europeos dentro de su estilo.
Esa lucha la llevará en su longeva vida (96 años) y es tal vez por ello que veamos un procedimiento de experimentar con distintos estilos para hallar su voz. Es sorprendente ver el catálogo de G.Walker y al mismo tiempo ver que él emanaba tanta humildad. También poder escucharles a él a través de sus testimonios a través de entrevistas e imágenes recopiladas en los últimos años ha logrado acercarlo más, llegando al punto de tener necesidad de conocerlo y preguntarle por ciertas obras o momentos de su vida. Nos abandonó en agosto de 2018. Y apenas ahora, vemos como sus hijos deben afrontar el legado de su padre explicando a la sociedad como era él y que recuerdos tenían de las distintos episodios de su vida.
Su faceta de compositor sensible y comprometido no la abandonó nunca. En 2015 , con 93 años, comienza su quinta sinfonía en honor a las víctimas de la masacre en la iglesia de Charleston, uno de los episodios más convulsos y raciales de la última época. Demostrando que no importa la edad que tengas, no hay que mirar hacia otro lado. Una idea que no le abandona.
Por otro lado, trabajar sobre la vida de G. Walker te hace reflexionar sobre la movilidad laboral. Como no pudo establecerse en ningún punto hasta que se retiró de la enseñanza pues el presentar obras nuevas, dar conferencias y forjar un camino para los que venían detrás de él suponía ir abriendo muchas nuevas puertas. También que hoy por hoy la información detallada de hoy en día es tan sobrepasada de lo humanamente controlable, que hasta poder dedicarle tiempo ha destacar a gigantes de la música como a este compositor de Washington, se nos pasa por alto. Siento un enorme orgullo de ser el primero en redactar en español una pequeña veta en la importancia de un compositor vagamente conocido a este lado del Atlántico.
Este trabajo también a supuesto una inmersión en nombres de compositores y directores de orquestas del continente estadounidense que desconocíamos hasta la fecha. Grandes maestros dedicados a su labor que la historia ha olvidado o no los han puesto en el punto de mira debido a la gran cantidad que suponen. Pero que no deja de ser fascinante desde el punto de vista del impulso que había, por parte de tantos músicos, por emprender en una nueva era musical. Y tal vez hasta nos hace envidiar ese periodo como el momento en el que se quería cambiar las cosas. Es posible que impulsados por superar a Europa o tal vez simplemente porque empezaron a converger con naturalidad las culturas judio-rusas-alemanas-polacas-italianas, en el mismo continente, como si de un periodo Mudejar se tratase. Sin duda los cambios no han cesado pero digamos que seguimos en la búsqueda de un nuevo lenguaje, como le sucedía a G. Walker que seguramente llegó antes de todos a la conclusión que sólo mirando, estudiando el pasado podemos observar el futuro.

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